
Meditemos
Hoy la palabra del señor nos deja una enseñanza muy interesante. Este es mi hijo, escuchadle. Muchas veces se nos dice que en nuestro día a día no escuchamos al señor y lo callamos con ruido, música, el televisor, porque tenemos miedo al silencio donde escuchamos al señor. Pero esto también ocurre en nuestros momentos eclesiales, vigilias y eucaristías, que se ven amenazadas por el ruido de la alegría. Muchas veces dejamos de escuchar entre baterías y guitarras, los mensajes y enseñanzas de Dios. Es vital que aprendamos a encontrar momentos de silencio y calma para escuchar su palabra y estar en comunión con Él.
Debemos reconocer que el ruido y las distracciones de la vida cotidiana nos alejan de la presencia de Dios. Nos volvemos sordos a sus mensajes y nos dejamos llevar por el bullicio del mundo. Es importante aprender a apreciar el valor del silencio y dedicar tiempo a la reflexión y la escucha interior.
En nuestras reuniones eclesiales también enfrentamos este desafío. Muchas veces, el afán por la celebración y la alegría nos distraen de lo esencial: conectar con Dios. Debemos procurar mantener un ambiente propicio para la oración y la adoración, evitando que el ruido y la algarabía nos aparten de la presencia divina.
En resumen, es fundamental aprender a escuchar al señor en medio del ruido y la agitación de la vida diaria. Debemos buscar momentos de silencio y calma para conectar con su palabra y estar en comunión con Él. Asimismo, en nuestras celebraciones eclesiales debemos procurar mantener un ambiente propicio para la oración y la adoración, dejando de lado distracciones y ruidos innecesarios. Solo así podremos nutrir nuestro espíritu y crecer en nuestra fe
Mientras que la música y demás pueden ser un apoyo a veces, perdemos la esencia de los encuentros con el señor en una vigilia para encontrarnos con el Padre, el Hijo y recibir el Espíritu Santo. El ambiente se ve opacado por los músicos y las dinámicas que, en un rebosar de alegría, opacan la voz de Jesús. Hermanos, hoy es importante recordar que nosotros somos el primer ejemplo y desde la iglesia debemos demostrar lo importante que es escuchar al Señor y no oscurecer su voz con el ruido. En nuestras reuniones de fe, debemos recordar que el propósito principal es encontrarnos con Dios, conectarnos con su presencia y recibir su guía a través del Espíritu Santo.
Es comprensible que la música y las dinámicas sean parte integral de nuestras celebraciones, ya que nos ayudan a expresar nuestra adoración y alegría hacia Dios. Sin embargo, es crucial encontrar un equilibrio y recordar que la verdadera esencia de estos encuentros es escuchar la voz de Jesús.
Nuestro Señor nos habla a través de su palabra y del susurro del Espíritu Santo en nuestros corazones. Es allí donde encontramos consuelo, dirección y sabiduría para nuestras vidas. Por lo tanto, es fundamental que prestemos atención a su voz y no permitamos que se opaque por el bullicio y las distracciones externas.
Como miembros de la iglesia, debemos fomentar una atmósfera de reverencia y adoración enfocada en nuestra relación con Dios. Esto implica cultivar un corazón dispuesto a escuchar, apartándonos del ruido y las distracciones del mundo exterior.
Es responsabilidad de los líderes y de cada creyente en la iglesia fomentar un ambiente propicio para el encuentro con Dios. Podemos lograrlo asegurándonos de que seamos conscientes de la importancia de la oración, la lectura de la Palabra y la quietud del corazón durante nuestras reuniones.
Recordemos que en la quietud y en el silencio es donde a menudo encontramos la dirección y la guía divina. Es cuando dejamos de lado las distracciones y nos abrimos a escuchar genuinamente que somos capaces de conectar de manera más profunda con Dios.
Es esencial que, como iglesia, mantengamos siempre presente que nuestra prioridad es escuchar la voz de Jesús. Aunque la música y las dinámicas pueden enriquecer nuestras reuniones, no deben opacar ni sustituir la importancia de escuchar la voz de Dios y seguir sus enseñanzas.
Que podamos recordar siempre que nuestra fe se nutre al escuchar y obedecer al Señor, y que nuestra iglesia sea un refugio donde su voz sea escuchada y honrada en todo momento.